sábado, 11 de diciembre de 2010

A UN ANGEL CAÍDO


En la noche que me cubre,
tenebrosa como el abismo de polo a polo,
doy gracias a cualquiera dioses que
pudiera haber por mi alma inconquistable.

Al caer en la trampa de las circunstancias
no he gemido, ni he gritado
bajo los golpes de la suerte.

Tengo la cabeza ensangrentada, pero erguida.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargado de castigos el edicto.
Soy el amo de mi destino.
Soy el capitán de mi alma.

WILLIAN ERNEST HENLEY